Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía Jesucristo, Rey del Universo-A

Inconscientes o conscientes

VER:

Es muy probable que hayamos tenido la experiencia de que alguien nos haya dicho algo similar a esto: “Tú no te acordarás, pero hace años me dijiste una cosa que me hizo mucho bien, y no se me ha olvidado”. Seguro que todos recordamos alguna palabra o gesto que alguien tuvo con nosotros y que supuso una gran ayuda, y por mucho tiempo que pase no lo olvidamos y lo seguimos recordando con agradecimiento. Pero también se da el caso contrario; alguien nos puede decir algo similar a esto: “Tú no te acordarás, pero hace años me dijiste una cosa que me hizo mucho daño, y no se me ha olvidado”. Y seguro que todos recordamos también alguna palabra o gesto que alguien tuvo con nosotros y que nos afectó negativamente, y por mucho tiempo que pase no lo olvidamos y lo seguimos recordando con dolor y acritud. Porque aunque no seamos conscientes de ello, nuestras palabras y actos tienen una trascendencia mucho mayor de lo que imaginamos.

JUZGAR:

Hemos llegado al último domingo del tiempo ordinario, y como culminación de todo nuestro recorrido creyente durante este año litúrgico, hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo y, en el Evangelio, hemos escuchado la parábola conocida como “del Juicio Final”. Al final de los tiempos, Jesús, el Hijo del hombre, ejercerá esa potestad real que es juzgar, es decir, determinar si el comportamiento de alguien es contrario a la ley, y sentenciar lo procedente. Para eso, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros… a su derecha y a su izquierda. Con esta imagen Jesús nos da a entender que, al final, nuestras obras aparecerán en su verdadero sentido y valor, y cada uno recibiremos lo que nos corresponde.

Hemos escuchado cómo el comportamiento de los integrantes de uno y otro grupo es lo que les acarrea una sentencia favorable (Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros…) o condenatoria (Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno…). Pero tanto unos como otros tienen algo en común: no eran conscientes de la repercusión de sus actos, puesto que ambos, al escuchar la sentencia, formulan la misma pregunta: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, con sed…?

Ante una misma realidad, unos han actuado (me disteis de comer, de beber, me hospedasteis, me vestisteis, me visitasteis…) y los otros no (no me disteis de comer, no me disteis de beber, no me hospedasteis, no me vestisteis, no me visitasteis…). Y tanto las acciones como las omisiones han tenido una trascendencia infinitamente mayor de lo imaginable. No sólo por el bien concreto que se hizo o se dejó de hacer a esos necesitados, sino sobre todo por lo que ha revelado Jesús: cada vez que lo hicisteis con uno de éstos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Y también: cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo. Aunque hayan pasado muchos años, el recuerdo permanece.

Con esta parábola Jesús no quiere meternos el miedo en el cuerpo, sino sacudir esa inconsciencia que nos hace no tener en cuenta, o minusvalorar, la trascendencia que tiene toda nuestra vida, nuestras palabras y acciones, no sólo en los momentos importantes sino sobre todo en los pequeños gestos de cada día, porque en cada ocasión Él va a estar ahí, presente en la persona de sus humildes hermanos y, si no somos conscientes de ello, podemos dejar pasar la ocasión de socorrerle.

Si, dentro de nuestra inconsciencia, como el primer grupo de juzgados, somos capaces de hacer el bien, pensemos cuánto cambiaría para mejor nuestro entorno si hiciéramos el bien siendo conscientes de la trascendencia infinita de nuestras acciones, porque el receptor es el mismo Dios.

ACTUAR:

Celebrar a Jesucristo como Rey del Universo en este último domingo del año litúrgico supone una llamada a hacer una evaluación de nuestro actuar durante estos últimos meses: ¿Qué he hecho en favor de otros? ¿Cuáles son mis omisiones, a qué se debieron? ¿Vivo de un modo inconsciente, o soy consciente de la trascendencia de toda mi vida? ¿Recuerdo que Cristo está presente en sus humildes hermanos? Si yo fuera el juez, ¿qué sentencia dictaría para mí mismo?

Es cierto que nadie podremos presentarnos totalmente “limpios” ante el juicio de Dios. Por eso, pidámosle que sea misericordioso con nosotros y, también, que despertemos de nuestra inconsciencia para hacer todo el bien posible a sus humildes hermanos, mientras vamos de camino.

 Descargar homilía

Descargar Estudio de Evangelio

 

Los comentarios están cerrados.