Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía XXXII del TO-A

Educar en la responsabilidad

VER:

Cuando entré al Seminario, todos disponíamos de llaves de la puerta y por tanto teníamos la posibilidad de entrar y salir a cualquier hora. Alguna persona se sorprendió de ello, diciéndome que eso daría pie a que alguno “se escapase”; yo le respondí lo que a nosotros nos dijo el Rector al iniciar el tiempo de Seminario: “Es que hay que educar en la responsabilidad, porque en el futuro nosotros tendremos que organizar nuestra vida sin depender de que alguien nos controle para comportarnos como debemos”. Y quienes vivimos esa etapa creo que hoy agradecemos mucho que se nos diese esa posibilidad de “educarnos en la responsabilidad”. Porque es más fácil imponer una norma, o limitarse a obedecer, que esforzarse en hacer lo debido por convencimiento propio.

JUZGAR:

Hoy en el Evangelio Jesús nos ha dicho la parábola de las diez vírgenes o doncellas: cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Y siempre que se lee este texto en la Eucaristía o en una reunión del Equipo de Vida, no falta quien acusa a las doncellas prudentes de egoístas y poco solidarias, porque “tendrían que haber repartido su aceite con las otras, ¿no es eso lo que hacen los cristianos?”

Quizá hoy a nosotros nos haya venido este pensamiento, pero recordemos que en una parábola no hay que fijarse en los detalles concretos sino en el mensaje que quiere transmitir. Y el mensaje aparece sintetizado en la última frase: velad, porque no sabéis el día ni la hora.

Con esta parábola, Jesús está haciendo una llamada a sus discípulos, los de entonces y los de ahora, a educarse en la responsabilidad. Y esa responsabilidad, esa preparación, es algo totalmente personal, depende exclusivamente de cada uno, y los detalles de la parábola están al servicio de esta enseñanza del Señor.

Las diez doncellas tomaron sus lámparas, es decir, todas estaban en la misma situación de partida, todas tenían la misma oportunidad y capacidad para encontrarse con el esposo.

Pero las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas: unas se contentan con lo mínimo exigible, que es el aceite que cabe en la lámpara, que es poca cantidad, mientras que las otras son responsables y no se contentan con el mínimo sino que se proveen de lo necesario para disponer de más capacidad.

Sin embargo, como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. La responsabilidad personal no nos hace “superiores” a otros, estamos igual de expuestos a dejarnos llevar en un momento dado por el cansancio, la dejadez, la mediocridad… pero cuando llega el momento decisivo del encuentro con el Señor es cuando se ve el fruto de esa responsabilidad previa: las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y las que no fueron responsables se quedaron fuera.

Además, las doncellas prudentes no dejan a las necias sin ayuda; les indican dónde pueden ir a buscar lo necesario para poder encontrarse con el Señor, pero su misión acaba ahí: la fe se propone, no se impone. La aparente insolidaridad de las doncellas prudentes es el recurso utilizado por Jesús para hacernos ver que nadie puede cuidar mi fe por mí, que nadie puede prepararse por mí para encontrarme con el Señor, que cada uno de nosotros ha de responsabilizarse en proveerse de los medios necesarios para que el “aceite” de la fe mantenga encendida la lámpara de nuestra esperanza hasta que nos encontremos con el Señor.

ACTUAR:

¿Procuro educarme en la responsabilidad? Si tengo personas a mi cargo, ¿trato de que también sea así? ¿Tengo presente que el Señor va a venir a mi vida, aunque no sepa el día ni la hora? ¿Me contento con “lo mínimo exigible” en mi vida cristiana (sólo “oír” misa y confesarme una vez al año…) o soy responsable y me proveo de “alcuzas” (formación cristiana, oraciones y retiros, encuentros, compromisos evangelizadores y solidarios…) que ayuden a crecer mi fe?

Como el esposo de la parábola, Jesús también vendrá a nosotros, pero como no sabemos ni el día ni la hora, hemos de ser responsables para estar preparados para recibirle. Cuando tantos ejemplos de irresponsabilidad estamos sufriendo estos días, prestemos atención a la llamada del Señor a educarnos en la responsabilidad, porque eso redundará en beneficio nuestro y de todos.

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