La vida del mundo futuro
VER:
Al iniciar este curso pastoral, pensando en todo lo que hay que tener en cuenta por la pandemia, una agente de pastoral dijo: “La parte organizativa por el coronavirus absorbe de tal modo que al final todo el esfuerzo se centra en cómo hacer las cosas, y a los demás aspectos no se les presta casi atención”. Y vimos que tenía razón. Nos fijamos mucho, y hay que hacerlo, en cumplir la normativa vigente, pero no habría que descuidar el sentido, la razón por la que hacemos las cosas.
JUZGAR:
El Cardenal Cañizares, Arzobispo de Valencia, escribió hace unas semanas una carta pastoral titulada “Vigilad: y seamos testigos de esperanza”, en la que decía: “Hemos de ser prudentes y cuidar de la salud. Pero, ¿no estamos haciendo de todo ello un absoluto, incluso por encima de Dios? ¿Cuánto se está repitiendo estos días que lo primero es la salud? Claro que sí y Dios lo quiere y lo manda en el quinto mandamiento. Parece como si sucediesen aquellas palabras del Evangelio: Tenemos miedo a lo que puede matar el cuerpo, y no tenemos miedo a lo que puede matar el alma. Pero lo primero es Dios, y hemos de escucharle y viviremos; por eso la Iglesia en estos momentos debería ayudar a los fieles a proporcionar los medios y auxilios para mantenerse ahí, en que lo primero es Dios”.
Hoy estamos celebrando la solemnidad de Todos los Santos, que este año viene a darnos un toque de atención en este sentido, como escucharemos en el Prefacio: “hoy nos concedes celebrar la gloria de tu ciudad santa, la Jerusalén celeste… donde eternamente te alaba la asamblea festiva de todos los Santos… Hacia ella, aunque peregrinos en país extraño, nos encaminamos alegres, guiados por la fe…” La crisis mundial provocada por el coronavirus, con las graves consecuencias que está teniendo, no debe hacernos olvidar que “somos peregrinos” y hacia dónde nos dirigimos, cuál es nuestra meta, como decimos en el Credo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”.
Hoy es un día para tener presente lo que ya se dijo en el Concilio Vaticano II, en “Gaudium et spes” 18: “la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera”.
Hoy no sólo recordamos a Todos los Santos que ya han llegado a la meta en la vida del mundo futuro, sino que nos sentimos unidos a todos ellos, en comunión con ellos, especialmente este año en que tanto estamos sufriendo las dificultades de nuestro camino, porque “en ellos encontramos ejemplo y ayuda en nuestra debilidad” (Prefacio). Por eso, esta fiesta no es una ocasión de tristeza y añoranza, sino de esperanza, que tanto necesitamos, porque “la esperanza se diferencia del mero optimismo, según el cual las cosas acaban siempre por arreglarse de alguna manera. La esperanza va mucho más lejos y es más profunda. Es la certeza de que la monotonía triste y el peso de la vida diaria, la desigualdad y la injusticia del mundo, la realidad del mal y del sufrimiento no van a tener la última palabra. Y el fundamento de nuestra esperanza es la resurrección de Jesucristo” (Catecismo alemán), una resurrección de la que participan todos los Santos a quienes hoy celebramos.
ACTUAR:
Pero precisamente porque esperamos la vida del mundo futuro, nuestra esperanza ha de ser activa, “contribuyendo en primera fila, con la ayuda de Dios, a solucionar los problemas del paro, del cierre de empresas, de hambre…” (Mons. Cañizares). La celebración de Todos los Santos, que nos recuerda que somos peregrinos hacia la vida del mundo futuro, es una llamada a la acción: “Fundados en la fuerza de la esperanza y de la caridad, los cristianos pueden y deben, ya en este mundo y cada uno según sus posibilidades, anticipar como en esbozo la realidad del Reino de Dios, a responsabilizarnos también del mundo como naturaleza y como entorno humano” (Catecismo alemán) y, por tanto, nuestra acción pasa necesariamente por seguir el camino de las Bienaventuranzas, porque “no se trata sólo de «hacer» sino sobre todo de «ser», de ser de verdad cristianos, discípulos de Jesucristo”, como han sido y han hecho todos los Santos.
Celebremos a Todos los Santos, pero pidamos también al Señor seguir sus huellas porque, como escribió Mons. Cañizares, “me parece que a esta situación que estamos padeciendo hemos llegado con poca fe en Dios, con olvido de Dios y con poco amor que de esa fe se deriva. “Bendito este momento” si nos sirve para recibir su luz, la luz de la Pascua que nos guíe en esta prueba y nos haga mirar al gran futuro, el que Dios ha dispuesto, y vayamos, volvamos a Él y adoremos a Dios, sin omitir que adorar y servir a Dios no es posible sin respetar, promover, servir, amar a los hombres, mis hermanos, sobre todo si sufren y están necesitados”.
