Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía XXVIII del TO-A

¿Estamos entrenados?

VER:

Llevamos ya ocho meses afectados por la pandemia del coronavirus y, dejando aparte a los irresponsables, al resto nos está costando sobrellevar esta situación, sobre todo a quienes más directamente la han sufrido y están sufriendo por haber enfermado, o haber perdido a un ser querido, o haberse quedado sin trabajo. Pero también se hace pesado a quienes, no viéndose gravemente afectados, son responsables para llevar la mascarilla, se ponen gel hidroalcohólico, guardan la distancia de seguridad, respetan los protocolos establecidos, soportan las colas en los comercios… Aunque se procura llevar esta situación lo mejor posible, el ánimo suele estar bajo y en más de una ocasión protestamos y manifestamos el cansancio y las ganas de que todo esto pase.

JUZGAR:

Varias veces hemos escuchado que esta pandemia, con toda su dureza, es una ocasión para ofrecer un testimonio de fe. Un testimonio no sólo de palabras, de “contenidos” de fe, sino un testimonio práctico. Como suelo decir, “la fe se nos tiene que notar”, y por eso tenemos que preguntarnos cuál ha de ser nuestro comportamiento como cristianos para que “se nos note”.

Y en la 2ª lectura de hoy San Pablo nos ha ofrecido varias pistas: sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo… Un modo de concretar estas palabras de San Pablo, siempre pero especialmente en esta época, para que “se nos note” la fe, es entrenarnos en ser responsables, cumpliendo las normativas sin esperar a que nos lo digan, sin quejarnos o protestar por las incomodidades, sino aceptándolas con buen ánimo porque tenemos claro que son necesarias por el bien de todos. También nos tendríamos que entrenar en no enrarecer más el ambiente con comentarios o polémicas que no llevan a ninguna parte, ya sea en persona o por otros medios.

Con pequeños gestos cotidianos que muestren este “entrenamiento”, estaremos manifestando que sabemos vivir en pobreza y abundancia, cuando las cosas van bien y cuando nos cuesta llevarlas adelante, estaremos dando testimonio de nuestra fe, porque como dijo el Papa San Pablo VI en “Evangelii nuntiandi”: “La Buena Nueva debe ser proclamada, en primer lugar, mediante el testimonio. Supongamos un cristiano o un grupo de cristianos que, dentro de la comunidad humana donde viven, manifiestan su capacidad de comprensión y de aceptación, su comunión de vida y de destino con los demás, su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno. Supongamos además que irradian de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira?”

Y la respuesta a estas preguntas también nos la ha ofrecido San Pablo: Todo lo puedo en Aquél que me conforta. Confortar es dar vigor, espíritu y fuerza a alguien, y a nosotros el espíritu y la fuerza nos vienen del Señor, que nos mueve a “entrenarnos” para afrontar desde la fe las situaciones más duras. Él nos conforta en la oración y, sobre todo, en la Eucaristía, el banquete que, como hemos escuchado en el Evangelio, es un anuncio del Reino de los Cielos, y al que estamos convidados.

En la Eucaristía el Señor nos conforta porque es su presencia real, su Cuerpo y su Sangre. Al dársenos como alimento, el Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros (1ª lectura), dándonos fuerza y vigor para “entrenarnos” y que nuestra fe en Él se nos note en el modo en que hacemos las cosas y nuestro estilo de vida sea un testimonio creíble para otros.

ACTUAR:

¿Se me está haciendo pesado este tiempo? ¿Cumplo las normativas por convencimiento, o no soy suficientemente responsable y lo hago por obligación? ¿Me “entreno”, como decía San Pablo, en los pequeños gestos? ¿Cómo es mi participación en la Eucaristía? ¿Es para mí como un banquete, como un festín? ¿Me siento confortado cuando vuelvo a mis quehaceres?

Aunque nos sintamos cansados y estos meses se nos estén haciendo pesados, y precisamente por eso, deseemos el encuentro con el Señor en su banquete, en la Eucaristía, al que estamos todos convidados, malos y buenos. Si participamos en ella de tal modo que después somos capaces de “entrenarnos” y mostrar a los demás cómo nos conforta el Señor, seguro que cuestionaremos a otras personas, porque nuestra vida cotidiana será un testimonio creíble de nuestra fe en Él.

Descargar homilía

Descargar Estudio de Evangelio

Los comentarios están cerrados.