Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía Sant Vicent Ferrer

Sólo Dios es grande

Altar Sant Vicent Ferrar

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La mayor parte de la sociedad moderna vive “como si Dios no existiera” y considerando todo lo referente a la fe como algo ya superado, propio de personas incultas, o como el “opio del pueblo”, pasando a “endiosar” al ser humano y sus progresos. Pero la crisis provocada por el coronavirus está haciendo caer en la cuenta a algunos de que, por mucho que nos “endiosemos”, somos muy vulnerables y hay aspectos de nuestra vida sobre los que no tenemos ningún control. Como dice la estrofa del canto “Sólo Dios es grande”: “Yo pensaba que el hombre era grande por su poder, grande por su saber, grande por su valor. Yo pensaba que el hombre era grande y me equivoqué, pues grande sólo es Dios”.

JUZGAR:

La crisis del coronavirus se ha sumado al cambio de época que estamos viviendo. Las terribles situaciones a las que muchos deben enfrentarse estos días, sobre todo quienes están luchando en primera línea contra esta pandemia, y también la previsión de las consecuencias que esta crisis va a tener, hace que muchos se planteen lo que ya recogía el Vaticano II en “Gaudium et spes” 10: “ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?”.

Hoy estamos celebrando a Sant Vicent Ferrer, que vivió en una época convulsa en lo político, en lo social, en lo religioso… y en la que también se producían guerras, hambrunas y epidemias. En este contexto San Vicente predicó la conversión como algo urgente, porque muchos creían que se acercaba el fin del mundo. El cisma en la Iglesia, las guerras, la peste… eran para él signos de la llegada del Señor al final de los tiempos, y lo que importaba era adherirse totalmente a Cristo.

Hoy tampoco faltan quienes interpretan esta situación de crisis como una señal de que “el mundo ya no resiste más” y que “vamos a morir todos”. Pero como ya advirtió San Juan XXIII el 11 de octubre de 1962 en su discurso de apertura del Concilio Vaticano II, hay que “disentir de tales profetas de calamidades, avezados a anunciar siempre infaustos acontecimientos, como si el fin de los tiempos estuviese inminente”.

Y el propio Concilio indicaba la respuesta a las preguntas que esta situación hace surgir: “La Iglesia cree que Cristo, muerto y resucitado por todos, ofrece al hombre, por medio de su Espíritu, luz y fuerzas que le permitan responder a su altísima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo otro nombre en el que deban salvarse”. (GS 10)

El cambio de época, agudizado ahora por esta crisis, es una oportunidad para dejar de “endiosarnos” y anunciar a Jesucristo y adherirnos plenamente a Él. La predicación que Sant Vicent Ferrer llevó a cabo nos sirve de orientación para ofrecer a todos a Jesucristo.

En la predicación de Sant Vicent descubrimos que en el centro está el amor a Jesucristo, que lleva a seguirle mediante la penitencia y la conversión, para vivir al estilo de Jesucristo. Sant Vicent adaptaba la Palabra de Dios y las verdades de fe al entendimiento de sus oyentes, utilizando un estilo popular, anécdotas y ejemplos prácticos para mostrarles las implicaciones de la fe cristiana: vicios a evitar, virtudes a adquirir, reforma de costumbres, práctica sacramental, oración…

ACTUAR:

De Sant Vicent Ferrer hemos de aprender a no ser “profetas de calamidades” sino a mostrar con sencillez pero firmeza que las personas, con toda nuestra grandeza, no somos “dioses” sino criaturas, y que “sólo Dios es grande”. Como leemos al comienzo de “Gaudium et Spes”: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”. (1)

Y como dijo el Cardenal Antonio Cañizares en su carta pastoral “A Déu, doneu-li glòria”: “Sant Vicent Ferrer, hoy, es un estímulo y un acicate para no callar y ofrecer a todos la riqueza de la Iglesia, que no es otra que Jesucristo, en quien tenemos todo el amor y la misericordia que necesitamos para vivir de otra manera, construyendo una sociedad nueva basada en el amor, el diálogo, el respeto mutuo, el bien común (…) hecha de hombres y mujeres nuevos con la novedad del Evangelio, que es el SÍ más grande e incondicional de Dios al hombre, a todo hombre y mujer”.

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