Un Via Crucis vivencial

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VER:
Este Viernes Santo continúa el estado de alarma y el consiguiente confinamiento, por lo que no estamos celebrando públicamente los Oficios y otros actos propios de este día. Después de la celebración de la Pasión del Señor, uno de esos actos es el Via Crucis. En circunstancias normales, como en casi todas las parroquias, el Viernes Santo se da una especial relevancia a esta oración, dedicándole más tiempo y buscando unos textos más extensos y reflexiones más profundas que ayuden a que lo que oramos en cada Estación ilumine las circunstancias de la vida personal o social. Pero este año las circunstancias son excepcionales y cambian nuestra manera de afrontar este día.
JUZGAR:
En la novela “Diálogos de carmelitas”, de George Bernanos, en plena revolución francesa y tras el saqueo del convento, el sacerdote celebra una ceremonia clandestina del Viernes Santo y dice a los presentes: “En tiempos menos penosos, el homenaje a Su Majestad adquiere fácilmente el aspecto de un simple ceremonial, muy parecido al que se observa en honor de los reyes de este mundo. No diré que Dios no vea con agrado esa clase de homenajes. Pero a veces, y perdonadme la expresión, Dios se cansa de eso. El Señor vivió y sigue viviendo entre nosotros como un pobre, y llega el momento en el que decide hacernos tan pobres como Él, a fin de ser recibido y honrado por los pobres, a la manera de los pobres” (Escena VII).
Este año el Señor nos invita a vivir el Viernes Santo en “pobreza”. Pobreza exterior, sin adoración ante el Monumento, sin participar presencialmente en los Oficios, en la adoración de la Cruz, ejercitándonos de nuevo en vivir la comunión espiritual… Y también en pobreza interior, dándonos cuenta, individual y colectivamente, de que a pesar de todos los avances de nuestro mundo, en realidad no somos nada… nada sin Dios. Y con esa certeza de ser pobres es desde donde podremos “mirar el árbol de la Cruz”, y rezar el Via Crucis desde una nueva perspectiva.
Si repasamos las diferentes Estaciones, seguramente no hará falta buscar textos o reflexiones que ayuden a iluminar las actuales circunstancias, porque es un Via Crucis plenamente vivencial.
Jesús es condenado: Así es como muchos nos podemos sentir: “condenados” injustamente por esta pandemia que ha alterado profundamente el curso de nuestra vida en muchos sentidos.
Jesús carga con la Cruz: Pero no nos queda más remedio que seguir adelante, cargar con esta Cruz.
Jesús cae… una, dos y tres veces: las diferentes caídas de Jesús nos traen el recuerdo de quienes por el miedo, el agobio, la incertidumbre… se derrumban porque no ven esperanza ni futuro.
Jesús encuentra a su Madre: En este Via Crucis no vamos solos. La Virgen María es también nuestra Madre, y del mismo modo que acompañó a su Hijo, nos acompaña también a nosotros.
El cireneo ayuda a Jesús a llevar la Cruz y la Verónica enjuga el rostro de Jesús: Es el momento de agradecer profundamente a tantos “cireneos” y “verónicas” que, con diferentes “uniformes” y también de forma anónima, desde hace semanas están acompañando, ayudando, enjugando lágrimas.
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén: No nos encerremos en nuestro dolor y nuestro miedo. Aunque estemos sufriendo, hay muchas personas que necesitan consuelo porque lo están pasando peor.
Jesús es despojado: También son muchas las personas a quienes la crisis del coronavirus ha despojado de su trabajo, de sus recursos, de su proyecto de vida y deben afrontar el futuro “en desnudez”.
Jesús es crucificado: Es la sensación de impotencia, de no poder hacer nada, sólo sufrir el dolor.
Jesús muere: Son miles las personas que, en todo el mundo, han muerto por esta pandemia. Y muchas otras mueren por otras causas que, como no nos afectan directamente, pasamos por alto.
Jesús puesto en brazos de su Madre: La maternidad de María se prolonga desde su Hijo hasta nosotros y también nos acoge ahora. Y nosotros debemos aprender de Ella a acompañar el dolor.
Jesús es puesto en el sepulcro: Ya no hay esperanza. Parece que lo único que queda es esto: enterrar a los muertos y tratar de recuperarnos y seguir adelante lo mejor que podamos.
ACTUAR:
Este año puedo rezar el Via Crucis de modo muy vivencial, poniendo rostros, nombres, circunstancias… a cada Estación. Quizá me sienta en soledad, como María en el Sábado Santo, pero Ella nos enseña a mantener firmes la fe que profesamos (2ª lectura) y esperar en silencio esa “decimoquinta Estación” que es la Resurrección de Jesús, y que mañana celebraremos.