Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía III de Cuaresma-A

Sed de infinito

3 Cuaresma A

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VER:

Según diversos estudios, en términos generales el cuerpo humano puede pasar unos 30 o 40 días sin ningún tipo de alimento, pero sólo puede pasar entre tres y cinco días sin agua. Esto es así porque nuestro cuerpo está compuesto en mayor parte por agua, y la necesitamos para sobrevivir; por eso la sed insatisfecha puede llegar a torturar gravemente a quien la padece. Pero la sed también es un deseo ardiente de algo, que a veces es material, concreto, pero otras veces no sabemos qué es, simplemente “sentimos sed”; y esta sed insatisfecha también supone una tortura.

JUZGAR:

La Palabra de Dios de este tercer domingo de Cuaresma nos ha mostrado dos casos de “sed”. En la 1ª lectura se trataba de una sed física: el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed…?” La falta de lo material, de lo necesario para sobrevivir, le lleva a preguntarse: ¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?

Y en el Evangelio hemos contemplado otro ejemplo de sed, aparentemente similar al del pueblo de Israel: Llega una mujer a sacar agua del pozo de Jacob, como hacía habitualmente para poder beber.

Pero el encuentro con Jesús saca a relucir la otra “sed” que la mujer también padecía: sed de Dios. Ella, como todos los samaritanos, da culto a Dios en el monte de Samaría, pero como le dice Jesús: Vosotros dais culto a uno que no conocéis. Ella no está satisfecha con ese culto y también espera al Mesías, al Cristo: Cuando venga Él, nos lo dirá todo. Y cuando Jesús le dice: Soy yo, el que habla contigo, descubre en Él el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna y que saciará su sed de Dios y por eso dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver… ¿Será éste el Mesías?

Este domingo de Cuaresma nos recuerda que el ser humano es un ser “sediento”. No sólo “tenemos” sed, sino que “somos” sedientos. Como indica el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos “Ser cristianos en el corazón del mundo”, el ser humano es un ser finito con sed de infinito. Sabemos que somos limitados, pero a la vez tenemos un impulso vital que nos hace sentirnos insatisfechos con sólo satisfacer nuestras necesidades básicas y materiales.

Ya desde los siglos V y IV a. C. el budismo tiene una palabra que define esta situación: “tahna”, la sed de vida; y nada de lo que se obtiene es capaz de llenar esta sed. Como indica el Papa Benedicto XVI en “Dios es amor” 20: “El ser humano es un buscador insaciable de la paz y la felicidad. Ninguna adquisición de bienes materiales, ninguna situación vital, por satisfactoria que parezca, consigue detener esa búsqueda. Somos peregrinos hacia un destino de plenitud que no encontramos nunca del todo en el mundo”.

Como la mujer samaritana, cada día buscamos diferentes “fuentes” para saciar nuestra sed. Nos centramos en la familia, el trabajo, las distracciones, aficiones, actividades lúdicas y festivas… que son necesarias, como el agua es necesaria para vivir. Pero a veces no son fuentes, son “pozos” de los que cada vez nos cuesta más sacar “agua”, y a pesar de todo nos seguimos sintiendo sedientos.

Como ha dicho Jesús a la mujer samaritana: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Porque tenemos una sed de infinito, una sed de felicidad… que, aunque no lo queramos reconocer, es sed de Dios, porque nuestro impulso vital nos empuja hacia el Absoluto, ya sea el Bien, la Belleza, la Verdad, el Amor… y esto sólo se encuentra en Dios y con Dios.

Y Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, es el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. Si, como la mujer samaritana, nos encontramos con Él con sinceridad y dejamos que saque a la luz nuestra verdad, Él nos enseñará a dar culto a Dios en espíritu y verdad, para que nunca más tengamos sed.

ACTUAR:

¿De qué tengo “sed” en mi vida? ¿A qué “fuentes” acudo para saciar esa sed? ¿Me dejan satisfecho? ¿Tengo verdadera sed de Dios? ¿Soy sincero con Él, me dejo cuestionar por Él? ¿Aprovecho los “surtidores” que Él me ofrece: oración, Eucaristía, Reconciliación, Equipo de Vida…?

Como indica el Prefacio, Jesús “quiso estar sediento de la fe de aquella mujer”. Y quiere estar sediento de nuestra fe. Acudamos a Él, como la Samaritana, para que sacie nuestra sed de infinito. Como dice el Papa Francisco: “Déjate amar por Dios, que te ama así como eres, que te valora y respeta, pero también te ofrece más y más: más de su amistad, más fervor en la oración, más hambre de su Palabra, más deseos de recibir a Cristo en la Eucaristía, más ganas de vivir su Evangelio, más fortaleza interior, más paz y alegría espiritual” (Christus Vivit 161).

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