Parròquia Sant Vicent Màrtir de Benimàmet

Homilía XI del TO-B

¿Para qué esperar?

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VER:

Hasta no hace mucho, cuando queríamos adornar con plantas un balcón o terraza, o bien íbamos a un invernadero a por las plantas o, más comúnmente porque salía más barato, buscábamos esquejes, semillas o bulbos y los plantábamos y esperábamos a que crecieran. Pero ahora en las tiendas multiprecio y bazares que pueblan nuestras calles es muy común encontrar plantas ornamentales de mucha variedad, ya crecidas y a bajo precio, de modo que si una persona quiere adornar una terraza o balcón, sólo tiene que comprar las plantas y ponerlas. Ya no se suelen plantar semillas o bulbos porque, dentro de la cultura de la inmediatez en la que nos movemos, ¿para qué esperar, pudiendo tener aparentemente el mismo resultado y más rápido? Pero así nos perdemos el proceso del cuidado y crecimiento de esas plantas, que nos hace sentirlas más “nuestras”.

JUZGAR:

Una vez finalizadas las grandes solemnidades recuperamos los domingos del tiempo ordinario, en los que, como discípulos, vamos acompañando a Jesús en la cotidianidad, en la normalidad de la mayor parte de nuestra vida, dejándonos enseñar por Él, porque además de discípulos somos sus apóstoles y Él nos envía a anunciar su Evangelio y a construir su Reino, intentando vivir como santos.

Y hoy Jesús en el Evangelio nos habla del Reino utilizando un ejemplo tomado de la agricultura o de la jardinería: El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Además, esa simiente es como un grano de mostaza: al sembrarla en la tierra es la semilla más pequeña.

De esta parábola ya podemos empezar a extraer algunas conclusiones: el Reino de Dios no es algo que nos lo vamos a encontrar ya “hecho”, menos aún es algo que podamos “comprar” a otros: el Reino de Dios es algo que nosotros tenemos que sembrar y que cuidar, porque debemos sentirlo como algo propio, algo nuestro.

Y Jesús ha seguido diciendo que esa semilla va creciendo: primero los tallos, luego la espiga, después el grano… El Reino de Dios tiene un proceso de crecimiento y maduración, no es como un balcón o terraza que instantáneamente podemos adornar con plantas compradas. Jesús nos indica que debemos ser pacientes, que es necesario saber esperar a que la semilla del Reino que hemos sembrado germine y vaya creciendo para que los frutos se produzcan. No podemos exigir desde el principio una madurez y unos frutos que requieren necesariamente el paso del tiempo.

Por eso Jesús ha añadido un detalle muy importante: la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola. Y éste detalle es liberador para nosotros: nosotros somos sembradores del Reino de Dios, nuestra responsabilidad es sembrar del mejor modo, cuidar lo sembrado, y respetar los procesos; pero el crecimiento y el fruto ya no dependen de nosotros, eso queda en las manos de Dios. Como decía san Pablo en la 2ª lectura: Siempre tenemos confianza; Por eso, aunque no lleguemos a ver los frutos, debemos seguir sembrando el Reino de Dios.

ACTUAR:

Si soy aficionado a la jardinería, ¿siembro las semillas o bulbos, o prefiero comprar las plantas ya crecidas? ¿Entiendo que el Reino de Dios es como una semilla pequeña? ¿Me siento llamado a ser sembrador del Reino, lo veo como algo propio, algo “nuestro”? ¿Qué hago para sembrarlo? ¿Sé esperar y tengo paciencia con los procesos de crecimiento y maduración? ¿Acepto que quizá yo no vea el fruto de lo que he sembrado, sé dejarlo en las manos de Dios? ¿Confío en Él o me angustio?

Es cierto que, humanamente, quisiéramos que el Reino de Dios creciese más rápido, quisiéramos ver los frutos de lo que hemos sembrado. Es duro tener que esperar y respetar los procesos de crecimiento, algunos muy lentos. Y si no vemos ningún fruto, pensamos: ¿Para qué esperar?

Pero recordemos nuestra experiencia personal. También hemos tenido un proceso de crecimiento y maduración, también quizá hemos tardado en dar fruto, pero Dios ha sabido esperar. Por eso, cuando nos preguntemos: ¿Para qué esperar?, recordemos las palabras de San Pablo: Siempre tenemos confianza… Caminamos sin verlo, guiados por la fe; y recordando también la paciencia de Dios con nosotros, sigamos sembrando la semilla del Reino, con la certeza de que esa semilla germina y va creciendo sin que nosotros sepamos cómo.

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